Y además votarán los ciudadanos
Hace algunos días pudimos escuchar en persona a Juan Moreno Yagüe, parlamentario andaluz de PODEMOS, en una charla sobre democracia participativa. Era la primera vez que algunos de nosotros tomábamos contacto con lo que han denominado «Democracia 4.0» y quisimos saber en qué consistía.
La idea es que, en el caso de que esta propuesta fuera aceptada por los Gobiernos (central, autonómicos y locales), los ciudadanos puedan votar directamente a pesar de «existir» representantes públicos elegidos por ellos en los parlamentos y consistorios. Porque en realidad nosotros no «votamos», lo que hacemos es «elegir» a los que votarán por nosotros en esos parlamentos y consistorios. El pueblo nunca ha votado, nunca ha tenido el poder para hacerlo realmente y como dice Yagüe, «ni de coña se le puede dejar el poder al pueblo».
Nos explicaba Yagüe que cuando se produce la Revolución Francesa, o la Revolución Americana, lo que encontramos son pueblos y ciudadanos que están hasta las narices de quien está ocupando el poder, fundamentalmente porque el poder determina la vida de los demás y en nuestras sociedades ese poder se hace factible en impuestos para mantener comunidades. Ambas revoluciones (en Francia y en América), se producen por un problema impositivo. En América por el impuesto al té (Tea Party) hace que la gente se rebele contra la corona. En Francia había tenido lugar una nueva subida del precio de los productos básicos como el pan. Los impuestos suben para pagar los ejércitos que están en diferentes frentes abiertos por el Estado francés en esos momentos.
¿Qué relación tiene entonces el PODER con los IMPUESTOS?
Según Yagüe, el concepto de «soberanía», entendido como aquel que concentra todo el poder y lo ejerce, de donde emana la fuente del derecho y el que decide qué se va a hacer, está muy relacionado con el pago de impuestos. Tu soberano es aquel a quien tú pagas impuestos. Por otro lado nos venden que la «democracia» hace referencia al poder que el pueblo «tiene».
Después de las revoluciones francesa y americana se desarrollan «sistemas de representación del pueblo». Por motivos logísticos el pueblo no puede entrar en la «habitación de votar» y hay que hacerlo a través de representantes. Esta ha sido desde entonces la base de la «democracia participativa», pero la verdad es que el pueblo jamás ha tenido el poder. Quien se ha manejado siempre en el poder ha sido una élite (de la orientación que sea). El poder te convierte en élite por deformación natural: decides sobre la vida de la gente, tienes acceso a todo y tarde o temprano te vas a corromper de manera natural, casi inevitablemente.
Siempre se ha pretendido que el pueblo tenga la ilusión de que participa. La realidad es que no lo hace porque el fundamento de todo nuestro sistema y nuestra estructura constitucional y jurídica se basa en esos conceptos clásicos del siglo XIX: «que el poder emana del pueblo y este está en un parlamento que representa a todos, y que ese parlamento es elegido por todos los ciudadanos aunque curiosamente represente también a los que no han participado en esa elección».
¿Cómo elegimos a los que nos van a representar para votar por nosotros?
Debemos tener claro para comprender algunos conceptos lo más importante, es decir, que nosotros no votamos nunca. Lo que hacemos es elegir a la persona o personas que lo harán por nosotros en la «habitación de votar» (que es muy pequeña para que entre todo el pueblo y vote).
En el año 2008, en Valencia y por primera vez en España, se establece la posibilidad de que una diputada, que estaba de baja por maternidad, vote por la vía electrónica. Deciden que sí, habilitan a la diputada un correo con unas claves y la señora votó una serie de leyes importantes entre las que curiosamente estaba la ley de Presupuestos de Valencia. En este momento es cuando muchos piensan «si ella por las razones que sean no tiene que estar en la habitación de votar cuando había sido elegida para votar por mí, ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo? Yo también podría votar electrónicamente».
En España el poder soberano está representado por el pueblo, según el artículo 1 de la C.E. y en el desarrollo constitucional de esta soberanía popular nos encontramos con que en el artículo 6 se nos dice que los partidos políticos son un instrumento fundamental para la participación política. Si observamos la vida política española de los últimos 35 años nos damos cuenta de que en realidad los partidos políticos son el instrumento absoluto. «Han conseguido coparlo todo. Los partidos políticos han llegado a determinar hasta quién era el director del teatro de un pueblo de 10.000 habitantes», comentaba Yagüe.
En el artículo 23 de la C.E. se fundamenta todo el sistema como lo conocemos y reconoce como derecho la participación en la vida política dando la posibilidad a cualquier ciudadano de ser votado. Tenemos por tanto derecho a participar en los asuntos públicos, directa o indirectamente, a través de elecciones periódicas. El redactor de la Constitución, cuando usó la palabra «directamente» estaba pensando en los Consejos abiertos de los municipios con poquísimas personas, en la posibilidad que nos da un referéndum (preguntar a los ciudadanos sobre algo), etc. Lo que no imaginó nunca aquel redactor de la Constitución Española es lo que ha sucedido después: hemos inventado internet y la Administración electrónica, y la palabra «directamente» sigue ahí. Esto está relacionado a su vez con que cualquier acto que hace un ser humano en un sistema jurídico se acepta o se reconoce como una manifestación de voluntad.
«Hoy, en 2016, nuestro Estado otorga validez a declaraciones de voluntad jurídico-administrativas y como ejemplo los abogados no pueden presentar ya demandas en papel sino que deben hacerlo electrónicamente. Hacienda también nos permite confirmar nuestro borrador de la declaración de la renta vía telemática. Incluso las tasas judiciales solo se pueden pagar a través de la vía electrónica. El Estado, el derecho, nos obliga en estos momentos a utilizar medios telemáticos para pedir justicia. El Estado, que actualmente utiliza sistemas informáticos para funcionar, sabe que si se cae internet se cae todo y ahí tenemos la prueba de lo que ocurrió en Egipto en 2011».
En resumen, quien ostenta ahora el poder está desarrollando un sistema donde hay prestaciones y ventajas gracias a internet a nivel comunicativo pero se utilizan en contra de los ciudadanos porque solo se hace en una sola dirección: «Yo te comunico, yo te facilito que pagues las multas, yo hago todo contigo en pleno siglo XXI menos brindarte la posibilidad de emitir una declaración de voluntad con valor político».
¿Qué significa todo esto?
Para Yagüe la situación actual es comparable con la que tenían los ciudadanos antes de la Revolución Francesa y la Revolución Americana. Siempre podemos discutir la legitimidad de cualquier sistema democrático. En aquellos momentos lo que se discutió fue la concentración del poder en un soberano, un poder que emanaba de Dios dentro de un sistema piramidal. Ahora se nos dice que el poder está en los «representantes del pueblo», esas personas que votan por nosotros y por nuestro bien durante 4 años las leyes que debemos obedecer. Sin embargo, teniendo el precedente de la diputada de Valencia, ahora ya podemos plantearle al poder que en la «habitación de votar» sí cabemos todos y se puede habilitar una sala de votaciones virtual sin problemas.
¿Cómo se puede hacer? ¿Estamos ante una utopía?
Yagüe nos explicó que era más sencillo de lo que parecía y que en absoluto se trataba de una utopía. Habían diseñado un sistema que algunas formaciones políticas habían comenzado a utilizar en los ayuntamientos para votar lo que sus militantes y simpatizantes decidían. «Pensamos un sistema que pudiera aplicarse de manera inmediata. El modelo en el que se asienta nuestra «estabilidad» institucional prefiere el bipartidismo al multipartidismo. El Constitucional ya nos ha dicho que los organismos de protección directa del ciudadano están regulados ya en los consejos, en las iniciativas legislativas populares, etc. y esto es mentira. Tú realizas una iniciativa legislativa popular y quienes deciden si eso entra o no entra para su debate y posterior votación son los «representantes». En el caso del referéndum, otro ejemplo que nos pone el Constitucional, quien lo convoca es el poder y no el ciudadano. Viendo todo esto y existiendo un sistema de voto electrónico para diputados, ¿por qué no vamos a poder construir un sistema en el que puedan votar todos (diputados y ciudadanos? Y para hacerlo, ¿qué sería necesario cambiar? Pues si acaso solo el artículo de la Constitución Española en el que dice que solo los parlamentarios son los que votan y después modificar los reglamentos de funcionamiento de parlamentos y ayuntamientos. Es decir, votarán los representantes y los representados, y esto es posible, puede ser posible porque el concepto de telemática está presente en todo el proceso de actividad parlamentaria. Solo falta añadir a los ciudadanos».
¿Cómo llevamos a la práctica el derecho a votar de los ciudadanos respetando la arquitectura constitucional y sin provocar una explosión del sistema?
350 escaños representan a los 35.000.000 de electores. Es verdad que luego solo votan 23 o 25 millones, pero todos están representados. Un escaño representa a 100.000 españoles, hayan votado o no. Lo que hacemos es atribuirle a los no electos la cuota mínima de voto que tendrían si realmente los 35 millones pudieran entrar en la «habitación de votar» y vota físicamente. Así aumentaríamos la cuota de poder de cada ciudadano y se la restaríamos a sus representantes, descontrolando los sistemas de poder actuales basados en sistemas presidencialistas: yo mando en el partido y todo el mundo vota lo que yo digo. «La libertad de voto no existe porque la voluntad política está secuestrada por los aparatos de los partidos (da igual el color que tenga ese partido). No hay libertad de voto para el diputado y el razonamiento es que si no es así esto sería un caos. Por eso al principio nos quebramos la cabeza pensando en cómo permitir que las personas tuvieran acceso a un sistema que les permitiese verdaderamente ejercer su derecho al voto. Los parlamentarios en la legislatura anterior utilizaban una tarjeta como la de los bancos para votar electrónicamente. Pedían permiso a la mesa y desde su casa votaban. El diario de sesiones está lleno de votaciones así. En el verano de 2011 aparece una «norma», un pacto entre PP y PSOE, ya que además de Soraya Sáenz había más diputadas que iban a repetir como representantes y estaban embarazadas y por lo tanto podían estar de baja en cualquier momento. Por eso se dieron mucha prisa en hacer esta modificación. Ya en 2015, en las dispositivos electrónicos como tablets, móviles, etc. que son entregados a los diputados existen aplicaciones para poder votar de esta manera. Por lo tanto toda la tecnología para hacer posible el voto del ciudadano ya existe. Tenemos por un lado la Constitución que permite la participación no representada y tenemos la técnica instalada. No hay que gastar ni un euro en crear nada nuevo. En cuanto a la seguridad de las votaciones, hay que decir que desde el punto de vista matemático es casi imposible falsear una votación, porque quien quiera fastidia la votación tiene que saber dos cosas: el número de ciudadanos que van a entrar a votar algún tema y lo que votarán estos ciudadanos (sí o no). En cualquier caso, hackear una votación sin que se note es muy difícil».
¿Dónde está la importancia de este sistema?
Imaginad que una vez instalado este sistema en el que todos, representantes y representados, podemos votar decidimos no hacerlo nunca… ¿sería inútil? Creemos que no porque como bien explicaba Yagüe, «al menos el que está mandando sabe que existe un sistema en el que los ciudadanos pueden quitarte el poder cuando ellos lo decidan realmente. La cultura de la participación puede que siga siendo la misma. Sabemos que los bancos nos roban y no vemos a los ciudadanos en las calles protestando por ello masivamente. La participación puede que sea igual pero si el mecanismo está instalado, la persona que gobierne si hace algo polémico sabe que en cualquier momento los ciudadanos, o al menos una parte de ellos, pueden ponerse de acuerdo para entrar a votar».
Según Yagüe, en Andalucía bastaría con meter por registro la petición de reforma del reglamento de funcionamiento de la cámara y que el asunto se debatiera y se votara. «El año pasado se lo propusimos a los catalanes antes de la investidura del nuevo presidente de la Generalitat. Tuvimos reuniones con todos los grupos a excepción de C’s. En esas reuniones estuvieron incluso los nuestros, la gente de PODEMOS y los de las CUP. Cuando pusimos encima de la mesa esta historia todos dijeron que esto era demasiada democracia».
Para Yagüe el contrapunto está en que si el ciudadano no puede votar existiendo ya un sistema que lo permite y habiéndolo pedido, puede ocurrir como en Francia o en América: «si no me dejas votar yo dejaré de pagar impuestos». «Por ejemplo, si yo pago una cuota en mi comunidad tendré derecho a coger el ascensor. Si no es así, automáticamente la dejo de pagar. Legalmente este asunto está ya montado y solo estamos esperando a que alguien en PODEMOS se tome en serio que esta es la mayor cabronada que le podemos hacer ahora mismo al sistema. Ya hay ocho Parlamentos que lo saben, que conocen el asunto y la idea es presentarlo a la vez en muchos sitios para que tenga repercusión mediática».
La reflexión final de Juan Moreno Yagüe tampoco dejó indiferente a nadie: «La revolución será desde el sofá o no será. Vivimos en un país que consume mínimo 2-3 horas de televisión al día. Entonces te planteas que tienes que llegar a esas cabecitas que están en el sofá o mejor olvídate de todo. Hay 5 millones de españoles que ven Gran Hermano y lo ven como una droga. En cuanto a las elecciones, cada vez que «elegimos» nos gastamos una media de 20 millones de euros. Nos gastamos mucha pasta en encargar papeletas a las empresas de siempre, en llevar las urnas hasta el último pueblecito de España… ¿cómo no te vas a gastar pasta incluso en diseñar un sistema que permita a todo el mundo votar? Es que si no lo hacemos deberíamos plantearnos qué puñetas hacemos obedeciendo leyes sobre las que no hemos podido decir absolutamente nada. Hasta que a los ciudadanos no se les permita poder decidir realmente y tomar decisiones de verdad, aquí no va a cambiar absolutamente nada. E insisto, el sistema ya existe y está instalado como hemos visto. Ahora solo falta la voluntad de querer abrirlo a la ciudadanía».
¿Dónde será más eficaz este sistema?
Indudablemente en los Ayuntamientos porque en los Plenos estarías votando cosas que «tocas»: poda de árboles, limpieza de calles, arreglo de la plaza, alumbrado de urbanizaciones, etc. Ahí veríamos los efectos de manera rápida y sobre todo los efectos del «NO». «La gente puede entrar a parar a los políticos en cualquier momento. En los pueblos los vecinos verían los resultados de manera inmediata. Esto incluye la posibilidad de plantear mociones de censura. Además en los pueblos cuesta muchísimo menos su implantación. Estamos jodidos como Estado y como sociedad. Imaginemos que en España se llega a implantar este sistema y los franceses que andan sumidos en unas protestas y huelgas brutales por la ley del trabajo también lo quieren. Y después se suman los italianos y los griegos, y los ingleses que se han arrepentido mucho del Brexit… esto nos ayudaría a ganar tiempo ante todo porque desestabilizaría a los sistemas políticos de alrededor».